ConeXión Kooltura - Blog

REFUGIO Y RESISTENCIA

 

REFUGIO Y RESISTENCIA

By Samuel Cortez

Llegué a este país siendo joven, cargando no sólo una maleta con ropa, sino una mochila invisible de miedos, sueños y silencios; aunque sea, ha contado muchas veces, no hay palabras para realmente describir el dolor de dejar a la gente que uno quiere, nuestra casa, nuestras tradiciones y sumergirse solo en un mundo que no solo intimida, sino además reduce la confianza en uno mismo al sentirse ajeno, al no tener a los amigos que normalmente cuidan de uno, un idioma que no entiendes y que te hace sentir un ignorante.  Soy inmigrante, fui indocumentado y soy parte de la comunidad LGBTQ+. Cada una de esas identidades, en distintos espacios, me enseñó a hacerme pequeño. Pero también, con el tiempo, me empujaron a buscar algo que me devolviera la voz, la fuerza y el orgullo. Encontré todo eso —y más— en las artes.

Para muchos, las artes, en mi caso específico el bailar, pueden ser un pasatiempo. Para mí, fue un acto de supervivencia emocional y un camino hacia la libertad. Subirme a un escenario con el vestuario tradicional, al ritmo de un son de mariachi o un son huasteco, fue mi forma de decir: “Aquí estoy. Esto también soy”. Bailar me permitió mantenerme en contacto con mis raíces mexicanas, esas que a veces sentía tan lejanas, pero que estaban vivas en mi cuerpo. Pero además me permitió entender una raíz que me tomó mucho tiempo entender: La gente del ni soy de aquí ni soy de allá, como reza el título de una película de nuestra querida India María. Me hizo entender que es todo lo contrario; somos de aquí y somos de allá y al mismo tiempo somos una entidad en sí, con ideologías, tradiciones, nostalgia, personalidad propia y un corazón lleno que celebra lo que fue sin minimizar lo que somos.

Pero no solo fue un proceso personal. Las artes me han permitido crear comunidad, construir familia elegida y formar espacios donde otros también pudieran sentirse vistos, seguros y valorados. En San José, donde he trabajado más de diez años con jóvenes, familias y artistas, he visto cómo un ensayo se convierte en terapia grupal, cómo un festival se transforma en afirmación cultural, y cómo un niño tímido se convierte en líder y un ser humano positivo que seguramente pondrá su granito de arena para hacer de nuestra sociedad una de la cual nos sintamos orgullosos.

Hemos sido emocionalmente golpeados, ahora más que nunca, hemos sido humillados y minimizados por los que tienen miedo de aceptar lo capaces que somos y lo mucho que podemos aportar a nuestra sociedad, incluso me he dado cuenta de que hay quienes nos han apoyado desde la vitrina del afecto, mientras no me afecte. Al final, con el verdadero apoyo de la sensibilidad de los que realmente entienden quiénes somos y lo mucho que podemos hacer por nuestra sociedad, logrará que nuestra presencia se afiance y mejore cada vez más porque hay algo que están olvidando. No nos vamos a ir. Somos mucho y somos una comunidad resiliente que ha pasado ya muchas veces por situaciones increíblemente complicadas y aquí seguimos.

 A través de las artes, he compartido con otras personas indocumentadas el orgullo de nuestras historias. Con la comunidad entera de San José, hemos demostrado que las artes son y siempre han sido un vehículo poderoso de transformación social, con un ángulo siempre de respeto y compasión.

Las artes no borran mis luchas. Aún existen barreras. Aún hay días de miedo, de frustración. Pero cada vez que veo a una niña emocionada por su primera falda folklórica, a un joven tomando el rol de instructor o líder en nuestra organización, o a un público conmovido en una presentación, sé que estamos sembrando algo más grande: estamos cultivando orgullo, comunidad y esperanza.

Hoy, miro hacia atrás y me doy cuenta de que en nuestra organización y muchas otras similares no solo hemos enseñado pasos de baile y coreografías; hemos sembrado puentes. Y lo más hermoso es que, al hacerlo, también YO me he sanado, YO me he afirmado, y YO me he reconstruido en colectivo.

Porque sí: la danza nos une. Pero también nos libera.